sábado, 5 de diciembre de 2015

Hoy hace un año que me echaron de mi casa

Si, digo bien, de mi casa!!

Porque cuando alguien se pasa más de 20 años en una empresa, ya no es sólo un trabajo.
Es su casa, su familia.


En este año, me ha dado tiempo a hacer no se cuantas especulaciones mentales del por qué. Pero a día de hoy todavía no le he encontrado una explicación lógica. Aunque seguro que la hay.

Sin embargo, hay cosas que me han dolido más que el despido en si.

Lo primero, las formas.
No creo que nadie pueda discutir mi entrega a la causa.
Podrían estar más o menos contentos con mi trabajo y mi forma de trabajar, pero NADIE  puede dudar jamás que he sido siempre una persona de empresa. Podría enumerar algunos ejemplo, pero creo que no viene a cuento. Por lo menos ahora.
Aún así, las formas dejaron mucho que desear. Parecía un delincuente.
Parecía que temiesen que me llevara información confidencial o formatease el ordenador.
Se ve que quien decidió el "como" me conoce muy, muy poco.
Por otro lado; sonsacandome información los días antes a la fecha de autos, de cosas que normalmente hacia yo y que quería "repartirse" y que dicho sea de paso, ya deberían haber sabido. Ahí si que pequé de ingenuo, no lo vi venir. 


Lo segundo: los silencios
Es curioso echar la vista atrás de estos doce últimos meses, y repasar las personas que se molestaron en coger el teléfono para hacer una llamada o mandarte un WhatsApp.
Cuantos nombres echo de en falta en la lista. En un año, silencio absoluto de alguno que casi fue padrin@ de mi hija, de otros que han compartido más que mesa y mantel, o lo más sangrante de todo los que son familia. En fin, yo tengo la conciencia muy tranquila. No se si ellos pueden decir lo mismo


Lo mejor de todo:
No me puedo quejar, he sido de esos afortunados que no me ha dado tiempo a saber que es eso del paro.